En 2020, en medio de la pandemia del COVID-19, Talitha Qum enfrentó uno de sus mayores desafíos. La crisis obligó a reinventar la atención y nació la estrategia 1-8×10: cada profesional acompañaba a diez niñas y sus familias durante ocho días, garantizando cobertura total de forma virtual. Se impulsaron campañas creativas y concursos familiares, y con aliados se entregaron mercados a hogares vulnerables. Aunque hubo egresos por dificultades familiares y tecnológicas, también se previnieron 97 embarazos adolescentes y se mantuvo viva la espiritualidad con eventos como la Cena Rosada. Fue un año de resistencia, reinvención y cuidado solidario.

El año 2020 representó un gran reto para el Programa Talitha Qum a causa de la crisis mundial provocada por la pandemia del COVID-19. Las medidas de confinamiento, la imposibilidad de realizar encuentros presenciales y la limitada conectividad de las familias, obligaron al equipo a repensar su metodología de atención y diseñar nuevas estrategias que garantizaran el acompañamiento a las niñas, adolescentes y sus familias.

En este contexto nació la estrategia 1-8×10, una metodología innovadora que permitió continuar el seguimiento integral durante el confinamiento. Esta consistía en que cada uno de los diez profesionales del equipo atendiera, por un periodo de ocho días, a un grupo de diez beneficiarias, incluyendo a sus familias y entorno social. Con este modelo, el Programa logró una cobertura del 100% de las beneficiarias de manera rotativa y virtual.

Se desarrollaron además concursos virtuales y campañas creativas, con alta participación familiar, fortaleciendo los vínculos afectivos y comunitarios. Gracias al apoyo de bienhechores y aliados estratégicos, se gestionaron apoyos económicos y materiales que ayudaron a mitigar las nuevas necesidades de las familias, en especial con la entrega de mercados a través de la Pastoral Social.

Pese a las restricciones, se construyó una propuesta metodológica virtual y se reestructuró el equipo de trabajo con un enfoque interdisciplinario y de análisis permanente. Sin embargo, el año también presentó desafíos significativos como la intermitencia en la atención, dificultades en la dinámica familiar, la falta de recursos tecnológicos, y el aumento en la exposición a situaciones de abuso y explotación sexual. Esto derivó en múltiples egresos debido al incumplimiento de normas del Programa o falta de compromiso de algunas familias.

Aun así, se lograron importantes avances como la prevención de embarazos adolescentes (con 97 casos evitados), la construcción de propuestas como el concurso arquidiocesano contra el abuso sexual y el mantenimiento de la espiritualidad institucional mediante eventos como la Cena Rosada – Banquete Eucarístico.